sábado, 18 de julio de 2009

El Mentor del Dolor (parte V)





1987



El mejor instrumento para "obligar" al diablo a realizar un pacto es, según la mayoria de los maestros ocultistas, la clavícula derecha de un difunto. Sus virtudes son explicadas en múltiples recetas magistrales, como la "Clavícula Salomonis", una de las obras cumbres de la brujería...




_Hola... ¿Es usted?




_¿Quién otro?




_Curioso, me lo imaginaba distinto... parecido a Alfredo Alcón...



_Puedo adoptar muchas formas, Gonzalo.




_¿Sabe mi nombre?




_Pff... decime ¿Qué necesitás?





_ Conocí a una señorita que...





_Al grano, al grano. Dame el nombre y la tenés a tu disposición como novia, esposa, esclava sexual o lo que quieras.




_ Ana Clara. Ana Clara Lucero.





_Un momento. Esto es atípico, pero suele suceder. Hace unos días me invocó otro interesado en Ana Clara Lucero.





_Llego tarde...




_ Hmmm. No, se puede hacer algo. Si me das otra alma además de la tuya, borrón y cuenta nueva. Pero claro, no puede ser cualquier alma. Tiene que ser la de alguien diáfano. Católico.





_¿Estás hablando de Edgardo, el hermano?




_ A buen entendedor...





_¿Y cómo hago yo para darle su alma? ¿Se lo presento?





_ No, vamos a hacerlo divertido. Ustedes hace un fanzine ¿No? Bueno, vas a entintar todos sus trabajos, vas a darle clases. Él te admira, no sabés cuánto. De a poco, muy de a poco, van a dejar de hablar de historietas y pasarás a hablarle de tu vida, de cómo te maltrató. Lo vas a convertir en el recipiente de todas tus frustraciones, tu odio, tu misoginia, tu inseguridad y tu resentimiento. Se va a condenar solito. Tarde o temprano se va a mandar una cagada importante. Una violación o un homicidio.





_ Déjeme pensarlo.




_Nada de pensarlo. El pacto es irreversible. Ah, me olvidaba. Vas a tener que renovar el contrato, viejo. Y viste cómo soy, rebuscado. El primero de Agosto del 2009 voy a llevarme estas almas, lo único que puede salvarlas es que Edgardo Lucero o vos se suiciden.






























_ ¿Y todos esos quiénes son? ¡Hey!!





El Mentor del Dolor concluye en la siguiente entrada



viernes, 10 de julio de 2009

El Mentor del Dolor (parte IV)



It's Time


La terminal de Río Cuarto debería estar en el segundo puesto de terminales más sucias del país. Entre los cientos de rostros sucios y amargados emerge uno que parece ansioso. Camina con prisa, con su mochila gris en uno de sus hombros. Hace horas que nada ingresa a su estómago pero no parece importarle mucho. El frío penetra a los riocuartenses pero a él le está empezando a molestar el abrigo, le resulta excesivo. Se saca el gorro negro, mostrándole al mundo su calva blanca. Se llama Edgardo Lucero, tiene 34 años y una cuenta pendiente.

Lucero siempre odió a la gente a la que le transpiran las palmas de las manos, estrechar manos húmedas es una de las peores sensaciones que uno puede experimentar. Sin embargo, por primera vez en su vida a Edgardo le sudan las manos.

"Estoy a tiempo", piensa, "puedo volver ahora mismo, no hacer el rídículo y conservar mi dignidad". Luego se da cuenta que se está engañando. "Dignidad" es una palabra que dejó de usar hace mucho tiempo y no recuerda bien su significado.
Con un ademán nervioso le hace señas a un taxi que casi no para. El niño que le cierra la puerta recibe una propina de 20 pesos.
El que da una propina de 20 pesos no tiene nada que perder.
Nada.